Retorno a la competición doméstica, después de los compromisos de la selección de Euskadi, contra un equipo muy joven, pero muy bien trabajado tácticamente y con las ideas muy claras.
El equipo bizkaino comenzó fuerte. Si bien no dominada territorialmente, tenía balón y con sus relances de delantera, hacían trabajar a la defensa navarra. Le delantera local, salió excesivamente estática, sin desplazamiento sobre el campo, y llegaba tarde a las coberturas defensivas, sufriendo las acometidas que involucraban a su ¾.
La línea por su parte, sufría la enorme presión defensiva de unas contrarias que subían a gran velocidad, dificultando los movimientos de las de la peña. Jugar con la segunda cortina era la solución a esta circunstancia.
En este comienzo de partido, además, La Única, estuvo muy imprecisa. Anárquicas en el campo, con pases a última hora asumiendo mucho riesgo, y sin hacer las cosas fáciles. Gracias a la calidad del grupo, en alguna ocasión aislada, se pudo penetrar la zona de ensayo contraria y obtener puntos. Pero, desde luego, sin dominio alguno del partido.
Costó darse cuenta de cómo actuar ante un partido que se había puesto rocoso, incómodo. Las azules jugaban con no involucrarse en los placajes, y al no provocar rucks, intencionadamente, molestaban la salida del balón. En las touches, tenían a una persona que se lanzaba a presionar a la 9, desentendiéndose de la jugada y dificultando nuevamente el inicio del ataque.
La delantera, comprendió que agrupando cerca, ganado metro a metro la línea de ventaja, bien con relances directos o bien con pick and go, esa defensa que tanto se lanzaba, se veía frenada, dando opción a trabajar con más espacio. La línea, incluyó al ala cerrado en sus desplazamientos de balón, lanzando a los centros en vacío, frenando la fulgurante subida de sus homólogas y encontrando mucho espacio en los extremos.
Faltó una lectura más temprana del partido. Quizás en esos no rucks, se debía haber salido con balón por encima del placaje y provocar entonces rucks, o incluso maules, ya que así se dejaba a medio Durango/Uribe/Zornotza en fuera de juego, y, con ello, la medio-melé no sufría constantes interrupciones en el juego. Agrupar cerca para luego salir jugando esperando a las contrarias, absorbiendo la marca, en vez de buscarlas, era la clave. Y siempre, por supuesto, jugar con verticalidad, punto de inflexión en el juego en desplegado. La lateralidad atascaba el balón. Lanzarse al espacio y avanzar metros es la diferencia.
Como punto positivo, cuando se jugó en equipo, salieron jugadas preciosas, muy de conjunto. Y por supuesto, y como forma de ir aprendiendo, el giro que se le dio al encuentro, de intentar agrupar en el centro del campo se varío a jugar cerca, con la fuerza de una potente delantera navarra, desarbolando el esquema de las visitantes.
Se acabó mucho mejor que cómo se empezó. Imprecisiones que no deben repetirse, pero sobre todo, aprender que es necesaria esa capacidad de adaptación al partido. Muchas veces se debe jugar intentando frenar al rival, buscando sus puntos débiles y aprovechándose de ellos. Se debe comprender la importancia de la táctica, fundamental en este deporte.
Sin descanso, el próximo domingo, 19 de febrero, La Única se desplaza a Gasteiz, al campo de Gamarra, para jugar contra las siempre complicadas jugadoras de Gaztedi RT, a las 11.30h.